Los vinos se comportan como los seres vivos: nacen, crecen, se desarrollan y llegan al final de su vida. La longevidad de un vino depende de las aptitudes iniciales del vino en cuestión y de las condiciones del recinto donde se guarde. No todos los vinos (por muy bien conservados que estén) mejoran con el transcurso del tiempo.
Los hay que, por su estructura, añada y noble origen, sí que se bonifican y engrandecen, pero también existen los que pierden sus cualidades con apenas unos meses.
Por ello conviene distinguir cuatro grandes grupos:
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